29 oct 2013

Mar, Málaga, Madrid, Metro

Te encontré: entre un hotel de inspiración naïf con las clásicas sillas blancas de hierro forjado blancas y un colegio de monjas.
Pseudo-mirador con asientos rayados por idioteces de algunas mentes adolescentes llenas de ilusiones y ganas de seguir conociendo.
Me senté y veo el club de yates; me quedo anonadada mirando las micros y los trenes pasar, me llaman más la atención que el propio mar.
A mi derecha, una casa hermosa con un coqueto antejardín que me recuerda a Lorca. Entonces ¡chof! me acuerdo y saco el libro viejo de la mochila.
Me siento cómoda leyendo mientras un turista japonés me observa. Lo miro a los ojos y rápidamente me da la espalda y se va.
Tras una hora de lectura, me levanto y comienzo otra vez mi camino sin rumbo: veo al hombre de pantalones crema y su amigo o hermano; me tiento a seguirlo, pero recuerdo que estoy en ayunas y la cuesta es muy empinada.
Ahora que te encontré no puedo deshacerme de ti: son las tres de la mañana. Vuelve a ser la hora del demonio ya que no me consume el sueño como de costumbre: por fin estás conmigo de vuelta.
Te eché de menos, inspiración: fue grato encontrarte esta tarde perdida en algún mirador viñamarino.

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