22 abr 2011

Leer cuando esté triste

Eso era el título de un archivo de word guardado en el pendrive que siempre llevo encima. Se supone que me pondía contenta, pero causó el efecto contrario. Yo estaba contenta y al leerlo me puse triste.
¿Qué era? Era una conversación contigo. Una conversación profunda, o eso parecía ser. En la que me contabas cómo estabas, y en la que me derrumbaba por dentro al saber que yo era la única que no se sentía así. Yo pensé que tú estarías feliz, con muchas chicas, disfrutando de la vida... y eso me ponía contenta.
Se me cayó el mundo al saber que tú también podrías estar triste alguna vez en la vida. -Siempre te he idolatrado y siempre lo haré; en mi cabeza siempre serás aquel chico de la sonrisa bonita... Adoro tus dientes separados, adoro tu risa y adoro verte contento. Y sobre todo, te adoro a ti.- Y se me sigue cayendo el mundo al saber que no estoy a tu lado y que no puedo hacer nada más para remediarlo. Tan solo puedo enviarte cartas en las que ni siquiera me atrevo a decirte lo mucho que te amo y lo mucho que pienso en ti en estas noches...
Pero ya no sé, no quiero sonar repetitiva... Ya te he dicho mil veces que te amo, que te adoro, que quiero estar contigo, que quiero ser tú... no sé qué más hacer. No puedo hacer nada más. Estoy lejos, tan lejos... me gustaría poder pasar todo este tiempo tan horrible y estar ya en diciembre. Contigo, tú y yo, los dos solos en unas escaleras de un sitio que solo conocemos nosotros...

Te amo.
and if a double-decker bus crashes into us, to die by your side is such a heavenly way to die

7 abr 2011

Haciendo las cosas mal

Te metes debajo de mi piel y me haces retorcerme. Nuestro sudor acaba convirtiéndose en uno solo. Mi mirada lujuriosa lo delata. Es raro, y un poco incómodo. Pero es lo mejor para los dos, y lo sabemos. Y sabemos que no deberíamos seguir con este juego que no hará más que devastarnos a los dos.
Pero no estamos en nuestro sano juicio, los dos estamos dolidos y necesitamos pagarlo de algún modo. Sé que está mal, sabes que está mal. ¿Pero qué más vamos a hacer? Que esté mal no implica que no nos guste.
Por ti me he convertido en una mentirosa. He borrado tu número de mi agenda y cuando me preguntan por ti, respondo que yo no sé nada de ese gilipollas. Pero cuando nos vemos no dudas en colarte en jardines ajenos para arrancar rosas que me parecieron bonitas desde fuera. Y tampoco dudas en colarte en mi cama para saborear mis propias rosas.


3 abr 2011

Hola, en qué te has convertido.

Y te has vuelto gilipollas y me la pela que me desadmitas de tu blog.
Yo no lo he hecho del mío porque me la pela.
Cuando me fui te convertiste en una chica normal que va a ser profesora en un colegio de mierda. Y tu vida será una mierda porque me intentaste sustituir por un proyecto lejano de periodista, pero que lo más relacionado en su cuerpo que tiene con las letras es el culo, por eso de tener el culo-carpeta.

Timidez innecesaria

No sé qué hago en un café cuando odio el café.
Me siento en una mesa y cierro los ojos intentando ser una persona normal. Observo. Parejas. Odio las parejas. Odio el amor. Odio todo lo que me rodea. Me concentro en detalles como la música, la mesa con algunas manchas hechas por los clientes anteriores. Me toco la ceja mientras saco la agenda y veo qué citas tengo hoy.

Ninguna.

En realidad saco la agenda para que la gente crea que soy importante, que no estoy podrida por dentro. Rebusco entre mi bolso de piel y saco mi móvil, y hago como que escribo mensajes, pero en realidad leo los cuatro o cinco mensajes que tengo, que son promocionales de mi propia compañía. Suspiro buscando a que la camarera me pregunte que qué quiero, simplemente para tener contacto social con alguien.
Suenan canciones que no conozco pero que diría que conozco para hacerme la interesante. En realidad no sé nada y todo es una fachada gruesa e impoluta, pero por dentro las pocas cosas que hay ya no funcionan.
Por fin escuchan mis ruegos y me preguntan que qué quiero. Me saco los cascos del ipod, lo guardo y digo que un té porque la gente que bebe té suele ser más sofisticada, y yo soy sofisticada, o eso aparento ser.
Espero sentada mientras busco en una mirada gentil para entablar una conversación, que sé que nunca voy a empezar gracias a la timidez heredada de mi padre.
Me quejo de soledad pero tengo miedo a que alguien me conozca. A que alguien se dé cuenta de que en realidad no soy aquella chica intelectual con miles de temas para hablar. Solo soy una jovencita tímida, aburrida y miedosa.
Porque todo me da miedo.
Pero ese no es el tema, se acerca la camarera y me sirve el té. Un tímido gracias y ya se ha dado la vuelta.
Un pequeño sorbito hace que mi lengua se quemé y dejo el té en la mesa. Remuevo con la cuchara, porque soplar delante de la gente me parece de mal gusto.
Vuelvo a mirar alrededor para ver si alguien quiere saludarme, o si me encuentro a alguien conocido... ¿Qué remota posibilidad hay de que me encuentre a alguien conocido? Son casi nulas. Las personas que conozco que no son mi familia puedo contarlas con los dedos de una mano. No sé porqué me molesto en ni siquiera mirar.
Una llamada de mi madre que ignoro porque me da vergüenza decirle que estoy sola, que me han dejado plantada otra vez.
Ella sabe que sufro este mal desde que nací. La desgracia inunda mi ser y lo contagia a mis cercanos... por eso ya no hay nadie cerca.
Ahora el té está un poco más frío y puedo dar el primer sorbo. Le falta azúcar. Levanto la mano con timidez para que se acerque algún camarero a preguntarme que qué me pasa, que de qué me quejo. Transcurren unos segundos y un camarero poco agraciado se dirige a mí. Le digo que necesito azúcar. Asiente y espero con las piernas cruzadas.
Aparece con un frasco lleno de azúcar, le doy las gracias y se marcha. Me sirvo el azúcar y ahora sí que puedo dar el primer sorbo.
No está demasiado bueno, pero tampoco está demasiado malo, no sé qué voy a pedir, es un simple té. Me lo bebo poco a poco mientras comienzo a divagar. Qué voy a hacer durante estas próximas cuatro horas. Qué le diré a mi madre cuando llegue...

En el transcurso de esos pensamientos, ya me había acabado el té, así que vuelvo a levantar la mano para que la camarera que me había atendido inicialmente se acercara a mí. Le pido la cuenta y me dice que setecientos pesos. Pago con un billete de mil y me voy, cogiendo mi abrigo y mi bolso. Afuera llueve y hace un poco de frío. Me aprieto a mí misma como si de un auto-abrazo se tratara... contemplo mi cara reflejada en las vitrinas mientras el tiempo pasa cada vez más lento.
En mi ipod suenan canciones de grupos japoneses que quizás nadie en el mundo más que yo escucha, pero aquellas canciones me hacen volver a sentir... me hacen volver a recordar momentos. Momentos felices y tristes, pero al fin de al cabo, momentos. Algo. Lo que fuera. Eso es lo que necesitaba en mi vida. Acción. Estaba harta de aquella monotonía, no sabía qué hacer, estaba desesperada, con la cabeza metida en un amor que ni siquiera iba a funcionar en la otra punta del mundo. Ya no sabía en qué creer. Ya no sabía qué pensar. Estaba al borde del colapso.

Pobre Pabla Albanecich. Está harta de fingir...

2 abr 2011

Canciones en la radio

Es genial ser feliz con cosas simples como estas, para después darte cuenta de que ya la cagaste; de que ya le dejaste ir, o, peor aún. Te fuiste tú.
Tú misma le perdiste, más bien le tiraste, y ahora te das cuenta de que eres una idiota, una hija de puta egoísta e infantil, una adolescente más, inmunda, que cree que es inteligente, madura y generosa —no eres más que una niña jugando a ser adulta—. Así que entonces, decides no seguir jodiéndole más y hundirte en tu miseria, porque es lo que te mereces. Una botella de whiskey y clorpromazina para desaparecer, que es lo que se merece la gente que te rodea.




And now is gone
I don't know why
I feel like crying
Just want to die
I can't look at you
And you know why
No, I tried so hard
To catch your eye